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*Donde que estén las huellas del Maestro, allí los oídos del que
está presto para acoger sus enseñanzas se abren de par en par*. Así
mismo:
*Cuando el oído es capaz de oír, en tal caso vienen los labios ha de
llenarlo de sabiduría*. *Por ello: Los labios de la sabiduría
permanecerán cerrados, salvo para el oído capaz de entender*.
El kybalion
Este escrito nos habla de un jardín muy especial: el Jardín de la
Vida, el Árbol de la vida, la cábala. En él está la puerta de la Paz
y del Amor, tanto interior como exterior. En él El Jardinero dialoga
con las plantas y los árboles, con los gnomos, los silfos y las
hadas, con las ondinas y los elfos. En él nos descubre que así como
el pájaro no entiende el mecanismo del vuelo, y sin embargo vuela
porque está en su naturaleza volar, así está en la naturaleza del
hombre alcanzar el amor. Dentro de la tradición de El Principito o
Juan Salvador Gaviota, éste es un escrito desde el corazón que habla
directamente al corazón. Sencillo en su lectura pero, al mismo
tiempo, de una gran profundidad, El Jardinero ha sido capaz de
llegar al alma de gentes de todas las edades, transmitiendo con
simples metáforas extraídas de la Naturaleza aquellos secretos que
pueden ayudarnos a alcanzar la felicidad.
Su atmósfera, calma y armoniosa provoca una manifiesta sensación de
paz en quien lo lee. Ha sido pasando de boca en boca hasta
convertirse en un best-séller .Les damos este sabio cuento que se
digito palabra por palabra de un cassette de audio, espero que os
guste y sirva de mucho.


La escena era imponente, toda la tierra aparecía blanca, cubierta de
un grueso manto de nieve, no había ni una hierba, ni un árbol que
recordasen al viajero que tales cosas existían; sólo la blancura
perdiéndose en el horizonte. Desde lejos, el viajero se destacaba
como un punto negro en aquella inmensidad, pequeño, solo.
Algo muy importante debía haberle llevado hasta este paraje, una
fuerza superior debía sostenerle pues sólo un corazón muy valeroso
podría atreverse a enfrentar estas soledades.
- Dame fuerzas mi Dios, no me abandones, muchos días llevo en este
sendero y sólo encuentro soledad, frío, desesperación... ¿Habré
equivocado el camino? ¿Me habrá engañado la voz que escuché?
Mi visión cada vez se acorta más, la niebla y el viento blanco me
cierran el paso, pero mi determinación está tomada, si no encuentro
lo que busco, aquí quedaré.
Cuando se ha visto por un instante la Luz, no se puede vivir ya sin
ella.
Así pensaba el viajero mientras con paso cada vez más débil seguía
la difícil ruta. La nieve se arremolinaba ante él, lo envolvía como
queriéndole detener para que no llegara a su meta. De pronto su pié
resbaló, su cuerpo cansado, agotado, cayó. Quedó postrado de
rodillas en el suelo inmaculado, sus ojos ya casi no veían, la
desesperación iba ganando su corazón. Pero entonces el viento barrió
un poco las brumas que lo envolvían y allí, algunos pasos más
adelante había algo.
Primero un contorno borroso que se confundía con la blancura de la
nieve pero no cabía duda, allí estaba lo que el viajero buscaba.
- Gracias Dios mío, no me has abandonado.
Se levantó lentamente, ya no sentía el cansancio, las dudas se
habían disipado. Avanzó sin prisa, extasiado, a su paso la fina
ventisca se iba abriendo dejando ver una alta muralla que se perdía
hacia ambos lados. Frente a él se destacaba un Portal de gruesas
maderas. Nuestro viajero se arrimó cauteloso, tras unos instantes de
vacilación se irguió y con decisión golpeó una, dos, tres veces.
Luego el silencio, la espera. ¿Le recibirían? ¿Le considerarían
digno? Todo era tan desolado, tan desierto que llegó a preguntarse
si realmente alguien viviría allí.
El frío se hacía sentir cada vez más y la duda también. El tiempo
transcurría y nada, ¿Llamaría nuevamente? Ya lo iba a hacer cuando
percibió un leve crujido y vio que una pequeña ventana se abría. A
través de ella pudo ver un par de ojos que le observaban
atentamente. Luego sin mediar palabra se volvió a cerrar y después
la gran puerta se entreabrió, pesada, lenta, tal vez hacía mucho
tiempo que no se abría. La nieve acumulada en sus rincones cayó
sorda al piso.
De este lado el espacio era inmenso, el sol brillaba esplendoroso,
iluminando bellos jardines; reinaba una armonía que se podía oler,
palpar, respirar. Todo estaba rodeado de caminos bellamente trazados
por entre las plantas y las flores.
En los lugares más apartados se veían cómodos bancos que servían de
reposo y lugar de meditación a los monjes que allí vivían. Se
percibía un silencio muy especial en el que se escuchaba algo
indefinido. Tal vez una melodía. Era un silencio lleno de
vibraciones calmantes, relajantes. A lo lejos se divisaba un grupo
de casas blancas con grandes galerías. Por ellas iban y venían los
habitantes dedicados a sus tareas, lentamente el viajero cobró
conciencia de sí mismo, entonces buscó alrededor alguien a quien
dirigirse. Nadie había cerca.
Comenzó a caminar por un sendero y de nuevo tuvo esa sensación de
irrealidad interior, pues las distancias tenían distinto
significados aquí dentro. De pronto lo que parecía estar cerca, se
alejaba cuando él trataba de arrimarse.En un recodo del camino, sorpresivamente, se encontró con un anciano
que con gran atención estaba trabajando la tierra. Nuestro viajero
se detuvo esperando que aquel se percatara de su presencia, pero
pasaron los minutos y el viejecito seguía concentrado en su labor,
cuando ya no pudo soportar más la situación, el viajero tosió
suavemente. Ejem, ejem, ejem.
Pero nada, entonces no tuvo más remedio que interpelarlo.
- Buen hombre ¿Puedo interrumpirle un momento?
El anciano lentamente se volvió apoyando su herramienta en un
arbusto. Luego sus ojos se clavaron en el rostro del viajero. ¡Pero
qué ojos, Señor! Nunca en su vida nuestro hombre había visto ojos
iguales, mirarlos era como mirar al cielo, allí cabría un universo
de belleza, de poesía, de Amor. La dulzura que emanaba de ellos
embriagaba, casi hacían doler el corazón. Había en ellos una
vibración tan especial que nuestro viajero casi cae al suelo de
rodillas. |
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- Disculpa hermano, no te había oído llegar. Ocurre que cuando cuido
mi jardín me concentro tanto en el trabajo que olvido todo lo que me
rodea. Discúlpame, te lo ruego.
- Señor. Soy yo quien le pide disculpas, pero soy nuevo aquí y estoy
desorientado.
- Si. Ya veo que eres nuevo aquí.
- Recién acabo de llegar o al menos eso es lo que creo, pues he
comenzado a dudar de mis sentidos externos.
- Tienes razón. Mira esos muros, ellos separan dos mundos, aquí
adentro la realidad es distinta de lo que se llama comúnmente
realidad. Aquí es Realidad. Allá sólo apariencia. Pero dime ¿qué
andas buscando por estos parajes tan apartados y hostiles?
- Bueno, yo busco sabiduría, busco a Dios.
- Vaya, vaya, pues sí que te has propuesto algo difícil, ¿eh?... muy
difícil.
- ¿Usted podría ayudarme, venerable anciano? Estoy como perdido. Soy
nada más que un forastero y no sé qué debo hacer.
- Nadie es aquí un forastero, todos somos hermanos, todos somos uno
y en nuestra aparente multiplicidad todos sufrimos y nos alegramos
con todo.
- Ah. Que hermosas palabras dice. Me traen gran consuelo, pues mi
corazón está destrozado por las luchas y los errores que he dejado
tras esos muros.
- Debes tener presente que esas luchas y esos errores que tú
mencionas son indispensables. Son parte de la enseñanza. Sin esas
experiencias no hubieras tenido fuerzas para llegar hasta aquí. Es
más, me atrevo a decirte que el guardián no te hubiera admitido si
no hubiese visto en ti las heridas y las huellas que dejan esas
luchas.
- Pero yo me siento tan pequeño ante su presencia, me considero
indigno de estar aquí. Usted en cambio se ve tan limpio, tan
inmaculado...
- Detente hermano forastero, no atormentes inútilmente tu mente y tu
corazón. Yo también he luchado y he caído mil veces.
- ¿Usted? ¡No lo puedo creer! ¡No se le ven cicatrices!
- Claro. Lo que ocurre es que cuando se trabaja duro y en el sentido
correcto, las cicatrices desaparecen. Es como si tomaras un nuevo
cuerpo purificado, sublimado por el fuego del dolor.
- Le puedo asegurar que mucho he sufrido, pero no obstante siento
todavía que muchas impurezas llenan mi ser.
- Sucede que existen dos medios por los cuales aprendemos las
enseñanzas de la vida. Uno de ellos es el "dolor" que purifica pero
que es muy lento. Enseña, sí; pero muy despacio. Es el camino que
transitan los que viven en el mundo del que tú vienes, por eso le
llaman un valle de lágrimas. ¿Entiendes?
- Sí, pero ¡Y cuál es el otro camino?
- El otro es más difícil de explicar, cuesta más comprenderlo. EL
OTRO CAMINO PARA APRENDER, PARA ACERCARNOS A DIOS es el camino de la
"Conciencia Despierta".
- ¿La Conciencia Despierta? ¿Y cómo? ¿Cómo es eso?
- Es difícil, ya te dije, sólo puedo agregar que el que encuentra
este camino, el que despierta su conciencia ya no necesita más
sufrir. El dolor deja de ser su maestro para serlo ahora la
"Comprensión de las leyes cósmicas”, de allí en adelante esa es la
guía.
El hermano forastero admirado ante la sabiduría de este humilde
jardinero sintió prisa por obtener toda la sabiduría que adivinaba
se encerraba en aquél lugar. Cuál no sería la sabiduría que podría
obtener de los maestros de aquél monasterio si el simple jardinero
sabía tanto. El anciano suspiró profundamente, tal vez leía el
pensamiento de aquel hermano viajero. Con un semblante amable pero
de pronto algo cansado, le dijo:
- Amable hermano, ¿Te gusta la Jardinería? porque yo solamente puedo
enseñarte eso, a trabajar la tierra, a cultivar un jardín, a
trabajar con los elementos de la naturaleza; compréndeme.
- Bueno, en realidad yo he caminado mucho y he afrontado verdaderos
peligros en busca de conocimientos, Perdóneme, pero esa es la misión
que me impulsa. No quiero herirle, amado hermano, comprendo que cada
uno tiene aquí una misión especial.
- Así es, hijo, así es.
- Al llegar vi hermanos enfrascados en profundas reflexiones,
concentrados en graves problemas; creo que eso es lo que busco, la
sabiduría al más alto nivel.
- Tienes razón, por ahora ese es tu camino, tal vez más adelante te
interese esto.
- Me informaron que aquí, en este lugar santo estaba guardada toda
la más grande sabiduría, me dijeron que vuestro Superior tenía toda
la sabiduría arcana, todos los secretos y eso he venido a buscar.
Ese es el camino que entiendo debe llevar a Dios.
- Tienes razón nuevamente. Ese es tu camino. Mira, ¿ves aquellas
casas blancas sobre la colina?
- Ah, sí, sí...
- Bien, ve allí. Tal vez entre sus paredes encuentres lo que buscas.
Hay muchos hermanos dedicados a esos estudios, y si eres digno y si
te esfuerzas por alcanzar la sabiduría, tal vez puedas ver a nuestro
Superior, el Gran Maestro.
- Gracias hermano. Espero... espero que no esté enojado conmigo.
- No tengas cuidado, y ya sabes, yo sólo soy el jardinero.
- Le prometo que si algún día tengo tiempo vendré para que me enseñe
a cuidar el jardín y adornarlo con lindas flores.
- Te espero. Trata de hacerte un lugar; da muchas satisfacciones
trabajar la tierra, plantar semillas, verlas germinar, crecer, ver
como se convierten en árboles, en flores... ve hijo mío, ve con
Dios, que mi corazón te acompañará también.
El hermano forastero se despidió amablemente del anciano, y con paso
presuroso se encaminó al grupo de casas blancas. A lo lejos, el
anciano se había inclinado nuevamente sobre sus queridas plantas y
trabajaba pacientemente, humilde, silencioso.
Mientras más rápido caminaba, más lejos parecía su destino.
Extrañado aflojó el paso, se acomodó al ritmo de los que allí vivían
y cosa rara, mientras más despacio iba más se acercaba a su meta.
Esta fue la primera lección que recibió en aquel extraño lugar.
Finalmente se instaló allí, muchos meses pasó el viajero estudiando.
Profundizó las matemáticas que él ya dominaba pero conoció el lado
místico de los números, su significado oculto. Se instruyó en el
arte de curar que también conocía pero estudió y comprendió cómo
funcionan las Leyes Cósmicas a través de la naturaleza. Practicó
luego las Artes en ese estado de exaltación que da la visión
mística.
Participó, en fin, de innumerables clases, foros y experiencias
alcanzando gran sabiduría. Ya concluidos todos los estudios, el
hermano forastero se consideró listo para solicitar una entrevista
con el Gran Maestro, llamó entonces al guía quien se presentó
presuroso.
- Amado hermano, creo que ya he profundizado todas las enseñanzas
que se dan aquí, creo estar preparado.
- Bien, pero antes quisiera preguntarte algo muy personal.
- Pregunta hermano, pregunta.
- Quiero que me respondas con absoluta sinceridad pues esto es
fundamental.
- Sí, sí, así lo haré.
- Dime hermano. ¿Cómo te sientes con respecto a Dios?
- ¿Qué cómo me siento con respecto a Dios? No entiendo.
- Así de sencillo es. Cómo te sientes, ¿Más cerca de Él?, ¿Más cerca
del fin?
- ¿Más cerca del fin?
El rostro del forastero se había ensombrecido, ya no irradiaba tanta
seguridad, miró al hermano guía que lo contemplaba lleno de Amor y
comprensión, ciertamente aquél hermano era sabio y había tocado en
lo profundo de su corazón. El día era claro, fresco, trasparente. La
armonía del lugar hacía presentir la presencia de Dios en cada cosa,
en las flores, en las aves, en la brisa. Todo era un canto de
alabanza para el Creador. El guía retomó la palabra.
- Sí, hermano. ¿Cuál es nuestra meta? ¿Para qué caminamos? y ¿Hacia
adonde caminamos?
- Sí, ya sé. No digas más. Comprendo.
- ¿Y bien?
- Te responderé como lo has pedido, con sinceridad. Pensé que
aprendiendo lo que me enseñaban aquí me acercaría a la perfección,
me elevaría hacia Dios. Pero te lo confieso con pesar, estoy un
tanto desilusionado. No me siento como tú has dicho, más cerca de
Dios. Lo lamento mucho pero creo que he fracasado.
- Bien, muy bien.
- ¿Cómo dices? ¿Bien? ¿Acaso te burlas de mí?
- No, al contrario, digo bien porque así es. Si tu respuesta hubiera
sido otra, si te hubieras manifestado conforme con lo que has
aprendido, nada más podríamos haber hecho por ti. Pero en cambio si
te sientes realmente disconforme con el camino seguido o con los
resultados obtenidos, entonces sí podremos trabajar en serio.
- ¿Trabajar en serio? ¿Y todo lo que he estudiado y aprendido en
estos largos meses?
- Eso es sólo la preparación, recién ahora comienza el verdadero
trabajo, aquello preparó la tierra para poder recibir la semilla.
- Quieres decir que todavía no estoy listo para ver a nuestro
Superior.
- Exacto, todavía no es el momento.
- Y bien, dime qué debo hacer ahora, porque ya he recorrido todas
las aulas, todos los estudios, todo lo que se enseña aquí.
- No todo. Ahora viene lo más difícil. Debes aprender Jardinería.
- ¿Jardinería?
- Si hermano, jardinería. El que no sabe cultivar su jardín, no
puede verle a Él.
- Me dejas perplejo.
- Sólo será por poco tiempo, pues en cuanto hables con el Maestro
jardinero comprenderás lo importante de ese trabajo, de ese arte.
- Está bien hermano, mi decisión es inquebrantable, mi meta es
llegar a Él, obtener la iluminación, no cejaré en mi empeño.
- Bien, eso es lo que nos gusta de ti, pues muchos flaquean ante
estas pruebas de paciencia y de humildad.
- ¿Qué debo hacer, hermano guía?
- Mañana, con las primeras horas del alba preséntate ante el hermano
jardinero y dile que vas para que te enseñe a cultivar el jardín.
Dile textualmente: "Maestro, he encontrado tiempo para dedicarme a
cultivar mi jardín" Él comprenderá. Te deseo mucha suerte, pues la
tarea no es fácil pero el premio bien justifica el esfuerzo.
- Gracias hermano.
El guía se alejó con paso cadencioso, todo en él irradiaba armonía.
Nuestro amigo le miró alejarse, la tarde comenzaba a declinar, era
la hora propicia para la meditación y bien que la necesitaba, ahora
más que nunca. Su mente trabajaba febrilmente, quería comprender.
La mañana le sorprendió casi sin haber dormido, se levantó
presuroso, hizo sus trabajos místicos y partió ansioso hacia el
lugar donde al llegar había conversado con el jardinero. Quería
llegar antes que él para observar el jardín, ver si descubría algo
especial que lo guiara. Llegó al lugar cuando todavía no se borraban
las últimas estrellas. El rocío perlaba ricamente las plantas y las
flores, había un mágico encanto en aquella hora que precedía a la
salida del sol. El silencio sólo era roto por un acompasado y
rítmico golpe. Nuestro amigo quedó sorprendido pues allí estaba el
anciano trabajando, encorvado sobre la tierra.
- Buenos días hermano jardinero, vengo a decirle que he encontrado
tiempo para dedicarme a cultivar mi jardín.
Ante estas palabras el anciano quedó quieto, estático por breves
momentos, luego se irguió en toda su estatura. No era ni tan pequeño
ni tan viejo.
- Bienvenido aprendiz de jardinero. Me alegro que hayas encontrado
tiempo para aprender este difícil trabajo.
- Pero Maestro ¿no descansa Ud. nunca?
- No. Una vez que comienzas a trabajar la tierra y cultivar el
jardín no puedes descansar jamás, debes dedicarle todas las horas
del día y más aún. Ya comprenderás por qué es así. Ocurre que la
tierra se vuelve fértil y todo, incluso las malezas pueden prosperar
más rápidamente. Hay que trabajar mucho.
- Realmente no comprendo todo esto, para qué me servirá aprender a
cultivar la tierra.
- Primero debemos saber cuál es la tierra que vamos a cultivar, eso
es lo fundamental; pero, ahora perdóname un momento, espera que
luego seguiremos conversando. Tengo que arrancar esas malas hierbas
que crecen por todos lados. Ven, ven aquí, arrímate, observa ¿Ves?
debes aprender a defender tu jardín de estos hierbajos.
- Pero no veo nada extraordinario, Maestro.
- Hum, claro, porque ahora son muy pequeños pero si los dejas crecer
pronto esta cizaña tapará y sofocará las más bellas flores del
jardín, hay que arrancarla de raíz porque es muy peligrosa.
- ¿Y cómo se llama esta hierba?
- Esta hierba arruina muchísimos jardines, ¿sabes? se llama ORGULLO.
- ¿Orgullo?
- Si, orgullo.
- Oh, no. Que ciego he sido todo este tiempo.
- No te reproches hijo mío. Las enseñanzas llegan a su debido
tiempo, antes no habrías comprendido nada. Es como dice el refrán:
"cuando el discípulo está listo, el Maestro aparece".
Sin embargo, si eres buen observador, podrás apreciar que el Maestro
siempre está presente. Lo que pasa es que no le vemos, pasamos a su
lado y no le reconocemos.
- Tiene razón. Y esto me trae a la memoria que en una conversación
anterior usted mencionó que hay dos caminos para aprender. Uno era
el dolor, y el otro era... era el despertar de la conciencia. ¿Por
qué no me habla más de esto último, que es el despertar?
- Simplemente eso, despertar, estar alerta.
- Sí, pero ¿alerta de qué?
- Aquí está la clave, recuerda que yo soy el jardinero de mi jardín
y tú debes ser el jardinero de tu propio jardín; nadie puede
cultivar la tierra ajena y tú ya has adivinado de qué jardín y de
qué tierras se trata. Bien, escucha hermano forastero, debemos estar
atentos, alertas, vigilantes para seleccionar las semillas que
plantamos en nuestro jardín, en nuestra mente, pues esta tierra es
muy fértil y cualquier semilla, ya sea que la traiga el viento o la
arroje algún mal intencionado, cualquier semilla, te repito, crecerá
fuerte y lozana y por eso hay que vigilar.
- Comprendo sus palabras, hermano jardinero, es sin duda una labor
difícil pero esta es la clave para acercarnos a Dios.
- Así es, debemos cultivar nuestro jardín interior, nuestra mente,
pues de allí saldrán nuestras flores, las que obsequiaremos a Dios y
que a Él tanto le agradan.
- En qué puedo ayudarle.
- Por hoy es bastante, retírate ahora a la soledad y medita sobre
todo lo que hemos hablado, mañana seguiremos.
Profundas meditaciones ocuparon la mente de nuestro hermano
forastero. Un amplio panorama se abría ante él. Esa noche, en
sueños, se vio trabajando afanosamente la tierra, era dura, reseca,
por momentos no cedía a los golpes de la azada; estaba empapado,
sudoroso por el esfuerzo, las malezas lo querían aprisionar y el
luchaba desesperadamente. Cuando despertó, el cuerpo le dolía a tal
punto que dudó de que aquello sólo hubiese sido una pesadilla. Es
tan difícil separar lo real de lo imaginario. Presuroso se encaminó
al jardín del Maestro, le encontró sentado, pensativo.
- Buenos días, Maestro.
- Buenos días, hijo.
- Me extrañó no escuchar el golpe de su azada.
- Hey, mira, de vez en cuando es bueno y necesario para ver los
resultados del trabajo, indispensable apartarse un poco del
escenario del mundo con sus ruidos y ver y observar los resultados
como si fuéramos extraños, analizar las plantas que han crecido, ver
los colores de las flores, en fin, analizar y meditar sobre todo lo
que se ha estado haciendo.
- Ah, Maestro. Si usted supiera que noche he pasado, he tenido una
pesadilla terrible, cuando desperté, estaba como apaleado,
adolorido.
- Y así tiene que ser, hijo, no sólo en el día trabajamos en el
jardín, de noche también, y es en ese momento cuando podemos recibir
ayuda o instrucciones especiales. La labor es inmensa, pero también
la ayuda que recibimos es grande. Los Maestros jamás nos ponen
pruebas que sean superiores a nuestras propias fuerzas.
- Cada vez estoy más maravillado.
- Bueno mira, ahora quiero llevarte a que mires un jardín, ven,
acompáñame.
Ambos cruzaron un inmenso patio, atravesaron largas avenidas
bordeadas de hermosos árboles multicolores, hasta que se detuvieron
ante un bello jardín.
- Mira este jardín ¿te gusta?
- Si, realmente tiene flores preciosas y una distribución muy
armoniosa.
- Hum, este es tu jardín, aquí trabajarás.
- ¿Este es mi jardín?
- Si, aquí se reflejará el trabajo que tú hagas en tu mente, así tu
trabajo adentro se reflejará aquí afuera.
- Amado Hermano, que privilegio tenerlo a usted de Maestro en esta
labor.
El hermano forastero, en un arrebato de amor, tomó la mano del
anciano y la besó, los ojos del Maestro brillaron de forma muy
especial por un instante, envolviendo al discípulo en una Luz
imperceptible para los mortales. Por fin el Maestro le dijo:
- No olvides que el trabajo lo debes hacer tú sólo; yo te indicaré
las técnicas pero el resto es tuyo. Debe salir de adentro. Allí está
el verdadero Maestro, ese si que es un gran jardinero.
- Por favor indíqueme por donde comenzar.
- ¿Dime, qué es lo que ves aquí en el jardín?
- Veo bellas flores distribuidas por doquier.
- ¿Sabes qué son esas flores? son tus conocimientos, pero hay
algunas flores cuyos colores no me gustan del todo. ¿Ves aquéllos
claveles de color rojo encarnado? Eso representa una pasión
dominante que afea un poco la armonía del conjunto. Debes trabajar
hasta que esa planta dé flores de color blanco o de un rojo más
suave. Hum, y aquí hay más; de qué le sirve al hombre, por ejemplo,
cultivar el arte de la música, un arte sublime que eleva hasta los
cielos. ¿De qué le sirve si lo empequeñece con sus pasiones mundanas
de orgullo, vanidad o egoísmo? esos son los colores que tienen
algunas de tus flores, colores de envidia, colores de duda... Por
eso se puede tener mucho conocimiento y estar sin embargo lejos de
Dios.
- Maestro, estoy muy apenado, me siento indigno de estar aquí, de
estar junto a usted.
- ¿Por qué? ¿Por lo que te he dicho? no hijo, no. Lo que ocurre es
que hay que trabajar duro para purificar y embellecer esto, para eso
estamos aquí en la tierra, la mayoría de las veces no nos damos
cuenta de la maleza que ahoga a nuestras rosas. Son tan propias del
jardín que hasta que no nos tropezamos con ellas y nos golpeamos, no
las vemos, o sea, no tomamos conciencia de esos defectos. ¿Quien se
llama a sí mismo orgulloso, cruel? nadie. Todos se justifican
diciendo: no soy orgulloso, yo realmente valgo más que los demás, no
soy egoísta pues esto lo gané y es mío, no soy cruel, sólo justo
¿ves? ah, sí, la maleza se oculta muy hábilmente.
-¡Cuanta sabiduría hay en sus palabras!
- Pero muchas más encontrarás ahí dentro, en tu pecho.
- Bueno, eh... ¿por dónde comienzo? la tarea se me ocurre
gigantesca.
- Creo que por hoy tienes bastante. Retírate nuevamente a la soledad
y medita sobre todo esto, pero antes quiero que escuches la palabra
del jardinero más grande que ha pasado por estas tierras, le
llamaban Jesús, el hijo de María. El dijo sabiamente: "Hay muchos
árboles, no todos dan frutos, hay muchos frutos, no todos se pueden
comer". Muchos también son las clases de conocimientos, pero no
todos tienen valor para los hombres. En la soledad del bosque pasó
todo el día el hermano forastero, cada árbol, cada flor, cada pájaro
adquiría nuevo significado, una nueva dimensión. Otra noche soñó, en
unos lloró y cuando despertó su almohada estaba mojada y sus ojos
rojos. El jardinero interno había estado trabajando toda la noche.
Mucho tiempo trabajó en su jardín bajo la mirada atenta de su
Maestro. Poco a poco las flores fueron cambiando de colores, los
bajos deseos fueron siendo reemplazados por deseos altruistas, cada
vez se unía más a Dios, cada vez se desprendía más de lo superficial
y mundano. Un día consultó afligido a su Maestro:
- Maestro estoy un tanto confundido, han comenzado a salir algunas
hierbas que no conozco, o sea, que no he plantado, ¿Qué significa
esto?
- Ya te lo expliqué una vez, eso significa que en nuestro jardín no
sólo crecen las semillas que nosotros plantamos, sino que cualquier
semilla puede prosperar en la tierra fértil ya sea útil o nociva,
por lo tanto debemos estar atentos a lo que entra en nuestro jardín.
Ya puede que por el aire ocasionalmente o ser arrojada por un
vecino; insisto, debemos seleccionar y controlar la calidad de la
semilla. En nuestra mente alguien susurra un pensamiento y enseguida
éste cobra vida propia y luego si es nocivo debemos luchar para
arrancarlo, por eso hay que estar siempre pendiente.
- Hum... otra cosa Maestro. He seguido todas sus instrucciones y sin
embargo algunas plantas crecen raquíticas y con sus hojas
amarillentas ¿En qué me habré equivocado?
- ¿Has removido bien la tierra?
- Sí.
- ¿Y has regado bien los tiernos brotes?
- Sí, sí.
- Entonces veremos qué es lo que anda mal. Ajá, eso es ¿ves esos
árboles que rodean tu jardín? son tan frondosos y tienen tantas
ramas que no dejan pasar el sol y sin sol las plantas no prosperan.
Esos árboles simbolizan las ciencias mundanas que llenan tu mente,
hay muchos conocimientos que a veces nos impiden ver la realidad,
nos impiden ver la luz. Debemos podar esos árboles para que dejen
pasar la luz; por eso, a menos que seamos puros e inocentes como los
niños no podremos entrar al reino de los cielos.
- Pero eso significa que debo derribar esos árboles? ¿Significa que
debo vivir en la ignorancia?
- No, hijo, no. Sólo debes podar las ramas que impiden la entrada de
la luz y del aire. Una vez que hayas alcanzado la verdad por otro
camino, el interior, verás cómo se junta con el de la ciencia y como
ésta cobra otra dimensión y otro significado diferente del que antes
tenía.
- Mucho he de meditar sus palabras para comprender a fondo la
verdad.
- Pero recuerda en última instancia esto: Las plantas reciben la
vida del sol, símbolo de la Luz y nosotros también dependemos de la
voluntad infinita de Dios para progresar en el sendero. Por esto
siempre debemos confiarnos a su omnipotencia, sin Él nada somos.
- Antes de irme, una última consulta, Maestro. El otro día una
bandada de pájaros invadió mi jardín, eran horribles, de un aspecto
feroz y arrancaron flores y se comieron muchas semillas. De seguir
así pueden destrozar mi jardín. ¿Qué hago? ¿Debo defenderme?
- Hijo mío, si tratan de destruir tu jardín debes luchar
valientemente empeñando la vida en ello, a toda costa debes
ahuyentarlos, debes comprender que ellos no tienen ningún poder
sobre ti, tienen sólo el poder que tú les des. Esos pájaros son las
ideas y los pensamientos negativos, la superstición y la ignorancia
que nos sumergen en las tinieblas, son los fantasmas que tratan de
deformar nuestros propios conceptos. Aléjalos de tu jardín, no
tienen poder sobre ti si tú no se lo das. Ten siempre presente que
no podemos impedir que bandadas vuelen sobre nuestro jardín, pero lo
que sí podemos es impedir que hagan sus nidos en él. Reflexiona
sobre todo lo que hemos hablado, saca tus propias conclusiones y lo
más importante, aplícalas a la vida diaria.
Mucho trabajó el hermano forastero en su jardín. Poco a poco se fue
produciendo un cambio en él. Las flores de su jardín eran blancas,
azules, puras, esbeltas, casi no había ya malezas en su tierra. Una
paz inmensa y una gran armonía con las leyes cósmicas iluminaban su
rostro. La impaciencia que antes le dominara, la envidia que alguna
vez le atormentaba, la duda, el egoísmo, todo había sido trasmutado,
purificado.
El Maestro que seguía atentamente el progreso de su discípulo le
habló así cierto día.
- Querido hermano forastero, has hecho grandes progresos, has
aprendido a cultivar tu jardín. Creo que ya está muy cerca el día en
que tu más caro anhelo será satisfecho.
- ¿Se refiere a mi entrevista con el gran Maestro?
- Sí, te he observado y he comprobado que has purificado lo
suficiente tu cuerpo como para poder resistir su presencia. Deberás
por lo tanto prepararte durante tres días. Harás ayuno, meditación y
entonces visitarás la Catedral de los Sonidos. Pero para todo esto
te espera un guía.
- ¿Y ya no trabajaré más junto a usted?
- No. Ahora debes seguir solo el camino. Esta es nuestra despedida.
- Pero yo todavía no me considero preparado, eh... quisiera quedarme
más a su lado, un tiempo más.
- Querido hermano, ya sabes lo necesario. Ahora tu misión será
viajar por el mundo tratando de arrojar semillas en los jardines que
encuentres a tu paso. Comprende, serás un nuevo sembrador, uno más
de los que andan silenciosos trabajando para el gran jardín del
Señor.
- Maestro, lo extrañaré mucho.
- Yo también, querido hijo, pero cada uno tiene su misión en la vida
y debemos cumplirla cabalmente aunque queden en el camino jirones de
nuestra propia carne. Ya se acerca tu guía.
- Por favor, su bendición.
- Hijo, no tortures más nuestros corazones.
El discípulo se había postrado a los pies del Maestro. El anciano
hizo un signo sobre la cabeza del discípulo, luego colocó sus dos
manos sobre los hombros y elevando su mirada al cielo murmuró:
"Señor, protégelo" Luego ayudó a levantar al hermano forastero. En
el aire se percibía una intensa vibración que parecía salir del
pecho del Maestro; de sus ojos brotaba una dulzura arrolladora. Los
árboles mecieron sus hojas agitadas por extraña brisa, parecían
despedirse de su amigo. El perfume de las flores se esparció con más
fuerza por todo el lugar.
En el jardín del discípulo un capullo de rosa se abrió inmenso,
rojo, como el fuego abrasador del Amor que ardía en aquellos
corazones. El guía le tomó suavemente de un hombro y lo condujo
hasta sus habitaciones. Allí permanecería el hermano forastero
preparándose sumido en profunda meditación y contemplación. Su alma
estaba extasiada como si hubiera traspuesto un umbral hacia una
nueva dimensión. El tiempo carecía de significado. Al cumplirse el
tercer día, el guía se presentó nuevamente.
- Hermano, te conduciré ahora a la Catedral de los Sonidos. Allí
terminarás tu purificación y entonces estarás listo para la magna
asamblea.
- Te sigo, respetable guía.
- En la Catedral sentirás con todo tu Ser, sonidos muy especiales.
Allí recibirás vibraciones que elevarán tu alma hasta un estado
especial en que podrás comulgar con los Maestros Cósmicos tanto como
te lo permita tu propia naturaleza. En algún momento puedes sentir
cierta aprehensión, cierto temor, pero pronto pasará. Que nada turbe
tu paz interior. Allí está, en aquella suave colina, acércate
lentamente para permitir que tu estructura molecular se armonice con
las vibraciones. Es más fácil, ya verás. Ellos serán tus guías. ¡Paz
Profunda!.
- Paz Profunda, hermano.
Lentamente se encaminó hacia la colina. El lugar era imponente.
Lejos, a cada costado de la escena, unos pequeños bosques
interrumpían la ondulante línea de la colina y, en su centro,
majestuosa, radiante, la Catedral de los Sonidos. Desde lejos
parecía una semiesfera de marfil con una aguja en su centro
apuntando directamente al cielo. Al irse aproximando, nuestro amigo
percibió algo semejante a un coro gigantesco. Una onda de
vibraciones salió a su encuentro, chocó contra su pecho, le
paralizó. Una voz interior le dijo que se detuviera por unos
momentos. Luego la presión disminuyó, entonces volvió a avanzar
lentamente. Los sonidos se percibían cada vez con más fuerza, las
vibraciones envolvían el cuerpo, le hacían tremolar junto con ellas.
Un estado indescriptible se apoderó de él. Los sonidos subían y
bajaban rítmicamente, parecía como si el corazón del Universo
latiera allí, en esa catedral. Por momentos parecía como si su
cuerpo se disolviera en aquella atmósfera. Cerca de aquélla
semiesfera comprobó que lo que antes tomara como una aguja apuntando
al cielo, no era sólida, era pura energía, energía que subía y
bajaba del cielo a la esfera y de la esfera al cielo en constante
flujo. Nuestro amigo no percibió puerta o abertura alguna para
entrar pero no obstante siguió avanzando, como atraído por mágico
encanto. Los sonidos le habían embriagado, le parecía que la esfera
tampoco era sólida. Continuó avanzando lentamente y penetró dentro
de ella. Allí los sonidos ya casi no se oían, más bien se percibían
como una sensación vibrátil en todo el cuerpo y finalmente se
concentraba en el centro de la cabeza. Una luz potente y que a la
vez no dañaba sus ojos, lo rodeaba, lo penetraba. Todo era luz, no
podía ver otra cosa que no fuera luz. Se le antojaba que era casi
corpórea, como si fuera una nube luminosa que desdibujaba hasta sus
propios contornos, su cuerpo parecía perder densidad, sólo su mente
conservaba su identidad, era una extraña comunión con el todo. No
sabía si veía, si eran imágenes reales o sólo un producto de su
fantasía, pero delante suyo, tal vez cerca, tal vez lejos, se
dibujaba una mesa con un blanco mantel.
Sobre ella, contrastando con su blancura, una mancha roja.
Quiso avanzar pero una fuerza lo contuvo. Esperó allí, extasiado con
una armonía como jamás había experimentado. Los sonidos alcanzaron
un punto máximo y luego fueron bajando de intensidad. Un gong grave,
profundo, sonó al tiempo que se abría algo como una puerta. El
corazón del hermano forastero se detuvo anhelante. Por aquella
puerta aparecieron en prolija fila Seres que más que hombres
parecían ángeles luminosos.
Estaba viendo, sintiendo, percibiendo la presencia de los Maestros
Cósmicos. Sus piernas se aflojaron y cayó al suelo de rodillas, las
manos entrelazadas y el rostro cubierto en lágrimas.
Con la visión deformada por las lágrimas vio como aquellos Seres se
acomodaron en sus respectivos lugares y tomaron asiento, sólo uno
permaneció de pie, alto, fino, indescriptible. Su voz resonó en todo
el ámbito de la catedral, potente como un trueno, pero suave a la
vez como el aleteo de una paloma.
- Hermanos muy amados del reino de la Luz, venimos a este santo
lugar para despedir a un viajero que por sus esfuerzos y su Amor, ha
alcanzado la iluminación. En las sagradas enseñanzas se indican
claramente cuáles son las metas que están dentro del jardín de la
verdad.
El propósito es conducir al hombre para que pase a través de los
grandes portales de ese jardín. Hasta que no estemos todos dentro
del jardín donde florecen constantemente las flores de la verdad y
de donde se ha extirpado la cizaña de la falsedad, los grandes
Maestros de esta fraternidad no estarán satisfechos de su obra. En
este jardín no existen las flores púrpuras de la opinión personal,
no existen las flores amarillas de los deseos egoístas, no existen
las flores de la parcialidad apasionada y de la auto decepción,
sino, justamente las inmaculadas flores azules y blancas, flores de
la verdad simbolizando la pureza y el conocimiento. Para alcanzar
ese jardín nos hemos reunidos de manera que podamos hacer el viaje
juntos. Recibe pues, hermano forastero, nuestra bendición y nuestro
apoyo. En los momentos más difíciles de la lucha estaremos contigo.
Sigue los senderos que Dios te ha trazado y cuando nos llames, allí
estaremos.
Quiero darte en prueba de nuestro Amor, esta rosa roja que simboliza
el fuego purificador que debe arder en todos los corazones de
aquellos que han visto la Luz. Toma, guárdala junto a ti.
Aquel Ser luminoso tomó una rosa roja que estaba sobre la blanca
mesa. Lentamente avanzó hacia el hermano y le extendió la flor. El
joven tomó la rosa de aquellas manos que se extendían hacia él.
Su corazón latió desbocado, aquellas manos eran conocidas, eran las
manos de su muy amado Maestro jardinero. Levantó tímidamente los
ojos y miró aquel rostro iluminado. Sí, allí estaba su Maestro, el
humilde jardinero, cuánto tiempo juntos y él ciego, sin comprender
que aquel era el Iluminador. Aquellos ojos y aquel rostro fueron lo
último que vio. Cuando despertó, estaba tendido en la nieve, blanca,
inmaculada. Se encontraba cerca de un poblado. Miró ansioso buscando
las paredes del monasterio, buscando a sus amigos. Nada había.
Estaba solo en medio de aquella blancura desmembrante. Se incorporó
despacio y a su lado vio una mancha roja, la levantó en sus manos.
Era una hermosa Rosa Roja. El Jardinero inicia su nuevo ciclo como
sembrador e iniciador en la luz.
Aleluya de este a oeste, de norte a sur, de arriba hacia abajo.
Conclusiones finales
Recuerden siempre Puede que esto los ayude durante vuestro camino:
Eres un caminante que avanza sin un camino cierto y preestablecido;
porque eres tú mismo quien hace el Camino al andar. Camina siempre
derecho, en dirección recta y con la frente alta.
En cada paso que des despójate de lo que te haga peso. Lleva sólo lo
que necesitas, lo que te sobre regálalo a quien lo pudiera
necesitar.
Todo lo que veas a tu paso, obsérvalo muy bien para que lo conozcas,
lo comprendas.
Observa tus actitudes cuidadosamente a cada instante, para que
comprendas tanto tus virtudes como tus errores.
Recuerda que en este Camino no debe haber regreso, por lo tanto, no
dejes nada olvidado o pendiente.
No le digas a nadie que tu Camino es sin regreso, porque, quizás,
los que te aman mucho no quieran que los dejes, puede que traten de
cerrarte el paso.
Procura pagarle a cada quien lo que le debes, para que no te busquen
luego en tu Camino, para cobrarte deudas pasadas.
Bebe cada día de la fuente de la Sabiduría para que en tu Camino no
tengas sed.
En las noches estrelladas, trata de descansar en paz, y al alba de
cada día continúa tu viaje.
Nunca digas: «Hoy descanso», porque aún no has llegado a tu lugar.
En vuestro Camino, no te enfoques en los defectos de nadie y mira
las virtudes de todos.
A todo el que te encuentres en sentido contrario al tuyo, no trates
de convencerle de que regrese o cambie su camino ya que nadie sabe
con certeza cuál es el camino para cada uno.
Si alguien se atraviesa en tu Camino, esquívalo y sigue. Cuida tu
energía.
Amplia tu consciencia y ten una mente abierta y flexible.
A nadie le digas que conoces la Verdad, enséñales a que la conozcan
y descubran por si mismo. Hay cosas en la vida que nadie puede hacer
por uno mismo.
Cuando compartas con tus seres queridos y con tus allegados, no
digas que tú eres sabio, habla de la Sabiduría de los Sabios.
Observa mucho lo que hablas. No digas nada que no sea más hermoso
que el silencio.
***Observa mucho donde pisas.
***Cuando todos hablan, escucha, nunca censures y aprende.
***Cuando ores o medites, hazlo en silencio. El camino debe combinar
equilibradamente ***momentos de actividad y también de quietud.
***Cuando mires a alguien, demuéstrale siempre tu afecto.
***Dale a todo el mundo a tu paso, una sonrisa. No tienes idea del
poder transformador que tiene.
*** AMA incondicionalmente siempre a todo ya que todos somos uno… la
unicidad detrás de la diversidad.
***Toma aire y convéncete desde hoy haz dado un paso…. un primer
paso del largo camino que esta por empezar. Vuestra vida ya no será
la misma…. y el mundo tampoco.
***Recuerden siempre La mente es como un paracaídas. Funciona mejor
cuando está abierta.
***La ignorancia es la noche de la mente, pero una noche sin luna ni
estrellas.
***Existir es cambiar, cambiar es madurar, madurar es crearse uno a
sí mismo indefinidamente.
***El fin de tener una mente abierta, como el de una boca abierta,
es llenarla con algo valioso.
***La naturaleza ha puesto en nuestras mentes un insaciable deseo de
ver la verdad.
***La llave que se usa constantemente reluce como plata: no usándola
se llena de herrumbre. Lo mismo pasa con el entendimiento.
FIAT LUX
AMONRA CHILE UNA LUZ EN VUESTRO CAMINO…
FELILUXOR
FE Y FELICIDAD EN LA LUZ DE ORO…
A MIS PADRES Y HERMANOS QUE ESTÁN EN LOS CIELOS Y EN LA TIERRA.
POR LA VIDA DE NUESTRO PLANETA TIERRA, NUESTRO HOGAR.
SANTIAGO DE CHILE. JUNIO 2009

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